Lectura de Turno: El Mapa y el Territorio de Michel Houellebecq (Un paréntesis)

Definitivamente el duo francés formado por Michel Houellebecq y Frédéric Beigbeder es mi pareja de autores contemporáneos favoritos, creo que la razón es muy simple: toman riesgos desde una literatura sin imposturas estéticas rebuscadas, no recurren al adorno de agradar a los críticos, ni lucirse ante la academia para patear culos, no se andan con rodeos, lo último que se verá en sus novelas y artículos es una frase «políticamente correcta», pero su discurso literario no es una provocación sin sustento, sin argumentos, no es una grosería dicha en voz alta para llamar la atención sin más, o al menos eso es lo que a fin de cuentas deja el sabor de leer sus dos últimas novelas, una tras otra, algo que me recuerda aquella semana en la que vi en el cine: Happiness, American Beauty y Magnolia, semana a la que sobreviví a duras penas, por decirlo de algún modo.

Para mi suerte, mi esposa viajó a Bogotá justamente cuando Anagrama nos hacia el favor de publicar «Una novela francesa» de Beigbeder y «El mapa y el territorio» de Houellebecq y me trajo ambos libros (entre otros) e inicié inmediatamente su lectura, del primero todavía estoy tratando de digerir lo que fue una suerte de excesiva identificación, ya he escrito previamente un par de entradas: Libro de turno: Una novela francesa de Frédéric Beigbeder… comienza su lectura y Libro de turno: Una novela francesa de Frédéric Beigbeder… sigue su lectura (Un paréntesis) aunque todavía me debo el cierre. Y del segundo, aún estoy enfrascado en su lectura, una experiencia excelente, aunque al llegar a la página 264 he tenido que detenerme para dedicarle este paréntesis, gracias a este fragmento:

«Con su estatuto clásicamente asimilado por la jurisprudencia al del dormitorio conyugal, el automóvil seguía siendo, tanto para los propietarios de animales domésticos como para los fumadores, uno de los últimos espacios de libertad, una de las últimas zonas de autonomía temporal ofrecida a los humanos en aquel comienzo del tercer milenio«

A lo que solo acotaré: ¡Me cagó en las leyes anti-tabaco! (Y disculpen lo coloquial, pero esa onda Siglo XXI, ese discursillo avant garde, no son otra cosa que una enorme contradicción, un severo retroceso del libre albedrio, apoyado por unos cuantos que no ven más allá de sus propios puntos de vista, eso si: cuando les conviene).